domingo, 9 de septiembre de 2007

El silencio conspicuo

Quisiera compartir este intento de cuento con ustedes, no sé si lo logró pero aquí va, espero lo critiquen sin piedad.


Corrió la cortina de la ducha y colocó el bañito. Abrió la llave y el líquido salió de golpe hacia el fondo del plástico, emitiendo un sonido de lluvia lejana y reticente. El cambio del agua fue vertiginoso, de un frío temible, pasó a un calor magnífico. La mano meditabunda probó el agua neurótica que corría desbocada ha empozarse hacia el tinaco. Notó el agua canicular y decidió ponerla un poco más templada, para que fuese agradable a la piel que pronto iba a tocar. Tomó el jabón y lo vertió en el agua. Tan pronto comenzó a mezclarse, las burbujas tornasoladas que ascendían desde el fondo hasta la superficie, eran destruidas por los gruesos chorros del líquido plúmbeo. Cerró la llave y tocó por última vez el vaivén espumoso que estaba cubierto por una espesa capa de burbujas, conspicuamente tibia. Escuchó el vibrante sollozo que provenía del otro cuarto y fue a buscarlo. Quitó la diminuta camisilla y removió el pañal. Un cuerpo palpitante y nuevo mostró su inocente presencia, arrulladoramente lo agarró. Mientras lo llevaba hacia el baño iba estudiándolo con una fruición científica. Su mirada cavilosa aunó un orgullo soberbio en su pecho. Lo puso dentro de la tina artificial y la hipersensibilidad de la criatura rompió la quietud del baño. Una llamada telefónica rasgó el silencio en la sala. La combinación de los ruidos del llanto, el agua, el timbre y la soledad se hundieron en su paciencia. Escogió el acuciante sonido, sobre el batir molesto del agua nerviosa y salió del baño. Levantó el teléfono y contestó insulsamente que ya no vivía ahí más, que no soportó ser padre y se largó. Tiró el teléfono y ahogó con una horrible ira la voz al otro lado del auricular. Un silencio se deslizó como una gota sobre una hoja he invadió toda la casa, el lamento y las lágrimas se mezclaron con el agua jabonosa.

Responsabilidad

Puerto Rico no es responsable, ¿cómo exigimos responsabilidad?, si hasta dónde vive el gobernador deben la factura de electricidad (sabrá Dios qué más facturas deberán). Ahora diría que vivimos en una cultura de irresponsabilidad o (de)mente alzhaimeresca, algo así sugiere Arcadio Díaz en su libro La memoria rota. Si vivimos en una cultura así el resultado es que la sociedad no es responsable, el gobierno tampoco lo es y la cultura ni mencionarla. Se nos está yendo (así en gerundio, poco a poco) el país por las manos porque yo tampoco voy a ser responsable.