domingo, 5 de junio de 2011

Acerca de un Biutiful Rabbit hole


El comentario surge luego de quedar poderosamente impactado por las películas que titulan esta reacción. La primera, Biutiful, del director González Iñarritu y donde Javier Bardem se deshace de su yo para encarnar a Uxbal, un padre casi soltero que tiene que lidiar con una esposa(madre) ausente y bipolar la cual está perdiendo su ser a medida que transcurre la historia. Uxbal cría a sus dos hijos, Mateo y Ana en medio de una Barcelona atestada de problemas sociales y de criminalidad. Uxbal siente responsable de ayudar, en lo que mejor conoce, a un grupo de inmigrantes chinos y senegaleses dentro de un sistema político económico que lo único que conoce es la corrupción por parte de las autoridades que controlan quién sale y quién entra al país. Uxbal se está muriendo y tiene poco tiempo.

Rabbit hole, dirigida por John Cameron Mitchell y donde Nicole Kidman (Becca) y Aaron Eckhart (Howie) nos muestran cómo el matrimonio Corbett lidia con la ausencia de su hijo Danny luego de sufrir un accidente desgraciado. Ambos personajes trabajan dos niveles en la historia, el primero es la cotidianidad del diario vivir en los suburbios y el segundo es el regreso a ese mausoleo que se ha convertido su casa, porque no hay un rincón que no le recuerde a su hijo. La situación da un giro inesperado luego de que Becca conoce a un joven que es un ávido lector de física aplicada y que imagina mundos paralelos dentro de esta realidad y que tiene una manera muy particular de ver la vida luego de la muerte.

Dos películas diferentes y similares al mismo tiempo. En ambas se trabaja con la pérdida humana que sufrimos en este efímero planeta. ¿Dónde encontrar a los seres que carecen de corporeidad? ¿Cómo nos vamos a despedir de ellos cuando llegue nuestro tiempo? Estas preguntas se pasean en mi mente como mariposas a medida que recuerdo los filmes. Y es que nuestra humanidad es una cosa pequeña e inevitable. Los personajes son agonistas, como los de Unamuno, están obligados a sentir el golpe de la realidad que nos obliga nuestra condición humana. El primer filme nos consuela con lo místico y lo espiritual y el otro con la ciencia de lo (im)posible, acaso en un futuro distante inventaremos una máquina capaz de materializar el pasado o una capaz de conectarnos con una realidad que nuestros humanos ojos no pueden captar, pero eso sería hablar de un Aleph. Una cosa sí nos dicen las películas, que todo es una cadena de eventos fortuitos, como manejado por un azar más fuerte que nuestras ganas de vivir, como si nos dijeran que no hay un plan preestablecido, sólo pasa y ya.