domingo, 7 de agosto de 2011

El país de cuatro pisos y 4 más in between

(Imagen de la Revista de artes plásticas de Puerto Rico)

Ambrose (El amargo) Bierce tituló uno de sus libros de cuentos con la pregunta ¿Can such things be? Aunque el título de este escrito evoca, y de manera adrede, el ensayo de José L. González, quiero que sepa el lector que en Puerto Rico esa pregunta tiene contestación. Sí, esas cosas pueden ser y más en este pedazo de tierra, o de cemento; al paso que lo llevan los de$sarrolladores. Allá la degradación del crédito (en gran medida gracias a sus mismos políticos) de los intocables Estados Unidos, aquí la devaluación interna del país, la reducción de los fondos federales a nivel nacional, el contagio de la crisis en los pueblos de la isla (Adjuntas, Toa Baja, etc.), la privatización de los haberes del pueblo, el desempleo, la criminalidad, la subida de los precios en los artículos de primera necesidad, los volátiles precios de la gasolina, ¿sigo? Ni hablar del comienzo del semestre escolar, eso si es el secretario no ha cerrado ninguna otra escuela. Con este panorama, ¿qué nos espera? Muchos dirán que hay esperanza, otros que hay que esperar un año más para cambiar a los que están en el poder (que no es mucha la diferencia), algunos buscarán de Dios y esperarán muy pacientes ha que la tarjeta de esa familia tan numerosa y extendida tenga fondos para ir al supermercado más cercano y ¡kaput! ¡tres carritos llenos y hasta el próximo depósito! Los que queden, se asomarán por la ventana de su lujosa mansión o bajarán el cristal de su humilde Maserati para ver a qué partido le tiene que hacer la “donación” para que su guiso continúe.

Siempre habrán unos que estarán dispuestos a “buscárselas” en lo que sea y eso incluye llevarse por el medio hasta: (A) madre, (B) padre, (C) hijos y (D) el núcleo familiar entero, que son todas las anteriores. Y casi me olvido de los de siempre, sí, los que cada año tienen que rendir sus contribuciones por las miserias que recogen de los anteriores, los que con uno o dos trabajos de ocho horas viven el día a día para poder pagar colegio, universidad, plan de salud, alimentos que se tienen que costear ellos porque no pertenecen a la gran familia, agua y energía ¡sin subsidio!, gasolina, comunicación, ¿seguridad? ¡Really! Uno se pregunta si con tantas leyes inútiles nuestros coprolitos legisladores no habrán legislado una exención por suicidios.

El país cuenta con ocho pisos. El país barco que está en el puerto de las sombras. El país donde todos los días para unos son viernes. Donde la cerveza es más barata que el agua. Donde los crímenes de odio se quedan ahí, en el odio, porque no ven la luz. Mientras los espíritus de las mujeres asesinadas por sus “esposos” caminan en la noche como en los cuentos de misterio de Bierce o Poe, la justicia sigue tomando el sol en la playa aunque haya aviso de huracán, sin entender que el país es un huracán. ¡Dónde estás Bonafoux, para que tu pluma esparza la acidez y el sarcasmo que tanto te caracterizaban! Aunque duela, la verdad.

Estos son los cuatro pisos adicionales de los hablo. Aquellos inquilinos del edificio del que hablaba José L. González han devenido en esto y el autor ya nos había echado un guiño hace 31 años que los “líderes” no quisieron ver, porque estaban muy ocupados leyendo las biografías de T. Roosevelt o Reagan:

“…el evidente fracaso del Estado Libre Asociado revela con perfecta claridad que el colonialismo norteamericano –después de haber propiciado, fundamentalmente para satisfacer necesidades del desarrollo expansionista de la metrópoli, una serie de transformaciones que determinaron una muy real modernización en la dependencia de la sociedad puertorriqueña– ya sólo es capaz de empujar a esa sociedad a un callejón sin salida y a un desquiciamiento general cuyos síntomas justamente alarmantes todos tenemos a la vista: desempleo y marginación masivos, dependencia desmoralizante de una falsa beneficencia extranjera, incremento incontrolable de una delincuencia y una criminalidad en gran medida importadas, despolitización e irresponsabilidad cívica inducidas por la demagogia institucionalizada...”

Por eso contesto con un sí la pregunta del título del libro de cuentos de Bierce ¿Can such things be? ¡Dónde más el lector encontrará un horror de tal magnitud! Los libros o estudios de Greenspan no cuentan, por si acaso.